Cansado ya de tanta crítica alabando el último trabajo de Neil, contando sus viajes al hospital mientras escribía sus letras y las similitudes con los Harvest de la colección, me he decidio a traerte un corte de una crítica, cuando menos original:
La película de Mr. Demme oculta el Neil Young oscuro, electrizante, profundamente inquietante, a veces desolado y subversivo. No es el músico de country-rock que sus acólitos describen en el verdaderamente adorable docu-film de Mr. Demme, sino más bien el duro, genio del rock cuyo electrizante, volcánico y profundo sonido y compactada lírica ha dejado su huella no solo en la música, sino en la misma cultura popular. Neil no es simplemente un dios transformador del rock, sino que como padrino espiritual de Kurt Cobain, ha sido también una poderosa influencia en la cultura popular americana, el progenitor de la malévolamente aguda, deseada sensibilidad cultural pos-punk.
No me entiendan mal: El film de Mr. Demme es bello y respetuoso. Aunque exaltando la virtudes rurales (en efecto, igualando “rural” con “virtud”) y haciendo un himno de alabanza a la sabiduría de la pradera del Gran Norte Blanco, raíces canadienses de Neil, llega casi a una supremacía rural.
De ahí que yo entiendo su arraigado “nativismo” americano, la desconfianza puritana de (y la aversión para) lo urbano, lo cosmopolita, las inmoralidades tentadoras de la sofisticación, ironía y complejidad. En lugar de eso, lo sencillo es siempre mejor. O menos peligroso.
Traducción libre de “The Two Neil Youngs: Demme’s Film Shows A Saccharine Singer”, de Ron Rosenbaum.
Con información de la Human Higway.
El artículo completo, puede leerse en este artículo del Mr. Rosenbaun en "The New York Observer".
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