Como ya dije, el parado tiene el vicio de la televisión (amén de otros muchos), así que me paso las horas muertas con el mando entre las manos sorteando los espacios del corazón con mitones, los documentales de bichos en celo y los zappings y veo programas informativos. Esos que constituyen la sal y la luz de la democracia y, gracias a los cuales, no vivimos en un gran cuartel ni en un gran Gürtell sino como mucho en un Gran Hermano, undécima edición, etcétera. Y esto es lo que me encuentro. Nueve de la mañana. Desayuno con un canal y me topo con un tipo de barba poco poblada, ojos de chivo y verborrea progre que ataca educadamente al PP (ese partido al que no vota nadie pero que encuentra luego más de diez millones de sufragios en las urnas); a su lado un abuelo irónico de pelo canoso le rebate con argumentos que parecen sacados de un gratuito. Profundo y entrañable disparadero a cuyo lado 'La clave' era poco menos que el ágora griega. Paso a otros canales y, entre meteorólogos sonrientes que me informan de que hoy también puedo ir a la playa en octubre, aparecen más rostros conocidos: una señora con cara de freír croquetas junto a la lotera Manolita que defiende a una presidenta airada porque alguien la acusa de haber montado una 'gestapito' (tengo a mi lado el libro de Saul Friedländer 'El Tercer Reich y los judíos' y oigo unas risotadas dentro que no veas) y un hombre cabal con pinta de coleccionar sellos que la rebate con mesura. Ya tengo bastante. Apago y me voy a escuchar a Neil Young, que les den.
Iván Alonso (lenocarney@hotmail.com) en PRNoticias.
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