20 marzo, 2008

En Febrero, Neil Young y la Playa están en París (5ª y última parte)

Cuando vi que Neil cogía con sus propias manos la Gibson, la Old Black, y le daba unos toques con la palma de la mano a las cuerdas, me llegó un sonido familiar. Mis sentidos, después de la sesión mágica anterior, estaban afinados y tensos. Antes de que sonaran esos ranran, ranranran, ranran ranran ranran, yo ya sabía que ahora llegaría Mr. Soul. Y supongo que un puñado de gente también, porque con la música se abrió la compuerta y más que palmas, sonó un grito desgarrador. Ahora ya me lo podía creer. El rock está ya aquí. Una imagen de Neil moviéndose al compás de la música en el centro del escenario, no mentía.


Hubo un momento de silencio suspendido en el ánimo de todo el teatro y en un instante, como flotando, empezamos a oír el “Don’t Cry...” tan familiar desde que lo puso en el Zuma de 1975. Mis pies me pedían acción.

Un nuevo cambio de guitarra mientras una figura vestida de rojo le daba el cambio a un lienzo. Le tocaba el turno a la nueva obra, su Chrome Dreams II estaba allí. Ben se había puesto al teclado y ya sonaba Dirty Old Man. Un segundo de silencio, nuevo cambio de cuadro y Spirit Road volaba hasta mí. ¡Como me gusta esta canción! Desde butacas, más de uno gritaba ¡Rock’n’Roll! Que corto se me hizo el riff final de guitarra, pero que bien sonó. Solo me chocó un poco ver a Ben estático en el escenario, tan opuesto a un Neil saltarín y activo frente a él. Los años pesan, aunque la maestría se mantiene.
Ya la gente no se aguanta. Hay gritos, silbidos, aplausos y me pareció oír hasta un ¡guapo!.

La temperatura ha subido. Nuevo cambio de guitarra. Fuera algunas luces y comienza a sonar el ritmo pausado de Bad Fog Of Loneliness. Junto a la voz en falsete de Neil, el tono country del tema se acentúa con los sones de la steel de Ben.

Su final da paso a la presentación de los miembros del grupo por parte de Neil. Le escucho decir:
— “... steel guitar... 1970... Nashville... Harvest... Ben Keith”
— “... electric bass... 1986... Blue Note... Rick Rosas”
— “... drums... 1960 ¿o 1860?... Ralph Molina” Gritos, aplausos, reverencia de Neil a Ralph, una locura...

Y casi sin darme cuenta, otro tema del pasado. Winterlong estaba sonando en mis narices. ¡Que maravilla! Hay canciones que penetran en ti y hacen salir algo que yo no sé muy bien qué es, pero que es agradable. Esta es una de ellas para mí.

¡Oh la la! De nuevo la Martin de Hank. Un momento de tranquilidad, Molina marca el ritmo de “Oh Lonesone Me“ mientras Neil relaja al personal con este tema. ¡Mmmmm!

Y casi sin parar, cose este viejo tema con uno de la nueva cosecha: The Believer empieza a sonar. Una balada que hace que todos descansemos y recuperemos fuerzas para lo que vino después. Por detrás del escenario han aparecido Pegi Young y Anthony Crawford, que se sienta al piano.

Un corto aplauso y se escucha bajito la voz de Neil: “one, two, three...” La Old Black ruge de nuevo. El ritmo dulzón de “No Hidde Path” comienza su viaje. ¡OMG! (esto queda más fino que lo que yo pensé en ese momento) ¡Yeaaaaaaah!


Que bien suena Oldblacky cuando Neil hace música. Son esos momentos mágicos en los se mueve como poseído por el centro del escenario, atraído por el foco de luz como si fuera un sol en miniatura, saltando al lado de Ben o Rick para confundir sus sonidos, o abstraído en sus cuerdas, sacándole sonidos casi improvisados, como salpicaduras de un pintor, pero que conforman una obra que te estremece.
Y de vez en cuando el ritmo pegadizo marcado por un casi invisible Ralph, como el de un animal que corre a cámara lenta alrededor tuyo
Poco a poco se va construyendo la espiral. Te va envolviendo cada vez más hasta que formas parte de ella, confundiéndote con la propia música.
¡Dios! Esto no es normal. La gente ya no se aguanta. Terminamos todos de pie, bailando, gritando... el teatro era una ola, rugiendo al compás.
A mí se me ha olvidado que estoy grabando el concierto y me levanto como el que más. Creo que lo tengo todo controlado, pero cuando me siento y voy a ver como va la cosa, mi mano no encuentra el minidisc en su sitio. Ni al lado, ni debajo, ni... ¿dónde se ha metido? Menos mal que el micro lo tengo pillado en la ropa con su pinza. Sigo su cable que baja, baja, baja... hasta los pies. Allí, entre mis zapatos, encuentro rodando el cacharillo que, afortunadamente, no ha dejado de grabar. Lo subo con cuidado como el que sube un cubo de un pozo y allí está el tío machote. Grabando como un loco y sin daño aparente a pesar de los pisotones. ¡Que concierto!

La gente sigue aplaudiendo. Todos sabemos que esto aun no se ha acabado e insistimos con ganas. Neil y la peña no se hacen de rogar demasiado, solo 3 o 4 minutos de griterío, y salen poco a poco.
¿Qué tendrá pensado ahora? Ayer fue Cinnamon y Hurricane. ¿Hoy...?

Cinnamon Girl. Bien. Un clásico. “I wanna live / with a cinnamon girl / I could be happy / the rest of my life / with a cinnamon girl”. ¡Qué maravilla!
Los aplausos arrancan un ”Merci beaucoup” de boca de Neil que alegra a los franceses presentes.

Pero... ¿Qué pasa? Anthony Crawford y Pegi que han hecho los coros hasta ahora, cogen unas guitarras. Neil da un descanso a la Gibson en manos de Larry, que la pone a punto de nuevo. Ben se marcha tras el “pollito pirata” que ha bajado de las nubes.


De pronto, Neil se vuelve a calzar la Oldblacky, suena un ran,ran,ran,ran y aquello no era ya un teatro. Con los primeros compases de RITFW suena el grito más desgarrador de la noche. La gente baila, canta, salta, grita... una locura. El himno está servido. Neil ya no es una persona, es un huracán. Sus manos se agitan sobre las cuerdas como si tuvieran vida propia y lo sonidos se confunden en mis oídos como si todos quisieran entrar a la vez. Son unos minutos, pero voy a toda pastilla.
Por fin, Neil cambia el compás y como si todo obedeciera a su mano, las notas finales comienzan a rodar mezcladas con nuestros gritos y aplausos. Unos golpes de Ralph y las baquetas saltan por los aires. Los músicos sueltan sus instrumentos y se abrazan por los hombros, una reverencia y... ¡esto se acaba!


La gente seguimos aplaudiendo. Nos cuesta desengancharnos. No queremos desengancharnos.

Cuando ya lo damos todo por perdido, aparece un personaje vestido a la turca, con turbante incluido. Muy serio y tieso, se coloca a la derecha del escenario. Le traen un gran gong. Mientras, él nos mira con los brazos cruzados. Lo aporrea, la gente grita más y Neil aparece de nuevo en escena con gafas de sol. Un par de campanadas después, suena Sultán, ese temazo de 1963, de cuando Neil iba al colegio, pero que los arreglos han hecho de él algo nuevo y que me gustado desde el primer momento que lo oí. Gracias.


Y ahora sí. Las luces y una musiquilla de fondo nos dice que vayamos despertando, que vayamos emprendiendo el camino de la calle, que esto se ha acabado de verdad.

Bueno, aun queda la despedida. Salimos a la calle y doblamos hacia la puerta de artistas. Un ratito de espera y de charla con los amigos y Neil sale con cara de satisfecho. Hoy hay más gente, pero nos apartamos respetuosamente de su camino.


Nada de darle la vara. Pegi va delante suya camino del autobús. Se sube y como si de una excusión se tratara, le largan un bocata de... ¿?... algo que no le hace poner buena cara. En fin, más vale despedirse hasta el próximo concierto.

Nuestras niñas, Cata y Mamen, vienen con la misma sonrisa de ayer. No solo han vuelto a entrar (¡gratis! Por supuesto ¡qué pensabas!), sino que se han encontrado a Molina y han echado un ratito de charla con él. Son únicas. Merecen un monumento.


Casi no se ha ido el humo del autobús y ya entra un gran camión. La acera está ya totalmente ocupada por cacharros. Mejor nos vamos a hablar a otro lado.


Frente al teatro hemos quedado con nuestros amigos de LGO. Vamos a tomarnos una cervecita y a poner otra vez las neuronas en su sitio. Mañana tenemos que reconciliarnos con París, que lo tenemos casi olvidado. Y pasado... a casita.

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