Si alguien en 1963 me dice que esa guitarra que suena dentro
de “esto”, manejada por un chaval de diecisiete años, llegaría a ser diez años
después el dios bajado del Olimpo que, sin tocarlo, hubiera encendido mi plato
giradisco para que salieran de él millones y millones de sonidos que sólo un
dios puede producir... me hago seguidor
de Bob Dylan.
Menos mal que eso no se produjo. Más que nada porque jamás
hubiera sido posible que llegara a mis manos uno de los 200 discos sencillos
que grabó una casa local de un pueblo de Canadá con nombre de protagonista de
dibujitos animados, para dar salida a un grupito de músicos del instituto
local.
Y qué hubiera hecho yo en 1963 con un vinilo si en mi
casa sólo había una vieja radio de válvulas que, entre manoloscaracoles y
juanitosvalderramas, sintonizaba emisoras extranjeras que automáticamente eran
condenadas al olvido por mi madre (no fuera a ser que se escuchara en la calle
esa jerga que de seguro era comunista)
Sin embargo, nada más que una decena de años después el
escenario había cambiado. Ahora, encima de un mueble había un amplificador Pioneer
¡cuadrafónico! (ojo) y un plato JVC (mi
Plato), además de otras cosillas. Ahora me podía quedar en la tienda de discos
de mi ciudad toda la tarde, pensando muy mucho dónde gastarme mis escuálidos
ahorrillos del mes.
Esas tardes perdidas minando vinilos me reportaron tesoros
que me cambiaron parte de mi vida (musical). Uno de ellos fue un vinilo
titulado On The Beach, de un tipo flaco y melenudo (seguramente chatarrero, por
ese pedazo de coche enterrado), que pasa de sus potenciales compradores
dándoles la espalda y que nos muestra su sombrilla y sus sillas de playa como
si de un anuncio de muebles de jardín del Pryca se tratara.
A partir de entonces, cada vez que ese vinilo empezaba a
girar, empezaba el viaje que, sin salir de casa, me llevaba por sitios nunca
soñados. Y que me convirtió en la era Internet en The Lonner, uno de los
mineros más activos que zumbaba alrededor de Neil Young.
Y como lo que no se comparte, se pierde, pronto me convertí en mina y minero a la vez.
En el momento en que mi pequeña colección alcanzó una masa crítica, dejé de ser un solitario y me convertí en Bossano, un pirata honrado
que navegaba por las aguas borrascosas del Estrecho. Siempre en busca de ese
bootleg que faltaba en mi colección.
Y nada mejor para compartir que dar a conocer primero. Así
que necesitaba una ventana a la se pudieran asomar todo quien quisiera. Un
cuaderno de bitácora donde pudiera anotar las chucherías que me fueran llegando.
Sin demasiados lujos y sencilla de manejar tanto de un lado, como del otro del
ventanal.
Así que ahí me tienen ustedes bregando con el mayor dinosaurio
de la publicidad del momento, ese monstruo llamado Google. Había nacido #nynoticias, o lo que es lo mismo La Playa de Neil. Era un día como hoy, 1 de enero de hace 20 años y desde entonces, este blog ha ocupado un importante hueco de mi vida.
Todo comenzó como una forma de escribir sobre la visión que yo tenía sobre Neil y, no te quiero engañar, como una forma de contactar con otros locos coleccionistas como yo dispuesto a intercambiar todo lo que suene a Tío: ya sabes, si Neil mea en una lata... Y poco a poco, lo que había nacido como un divertimento para
unos pocos, se fue convirtiendo en un arbolito que fue endureciendo su tronco
hasta convertirse en un gran árbol, en una gran reunión de amigos que, como las
copas de los árboles, se mantienen unidos entre sí para compartir esa información
relevante de este icono de la música rock y en contacto entre sí para que nadie
necesite ser The Loner.
Aquí hemos hecho casi de todo, pero todo gira sobre una idea: los acontecimientos más importantes de su vida, sus nuevas obras y su activismo político.
Con el tiempo han nacido nuevas ramas. Algunas lógicas, como
esa reunión en la red llamada La Playa de Neil en
Facebook donde podemos interactuar entre nosotros de forma inmediata. Otras
imposibles, como esa reunión anual donde lo hacemos de forma presencial y que
llamamos Rust
Fest, del que llevamos celebrados catorce ediciones, algo insólito si
tenemos en cuenta que no lo organizan profesionales del negocio y que todos
parten de 0 euros de presupuesto.
Para mí ha sido una experiencia increíble. Ha sido, ya lo he dicho, una forma de conectar con otros fans, aprender de su música y compartir con el resto del mundo mi amor por ella.
En fin, no quiero llegar a ese punto donde la pantalla se me
pone borrosa por culpa de esas motas que entran en los momentos más inoportunos
en los ojos y tampoco es plan de mojar el teclado, así que me voy a quedar con
mis recuerdos (tantos y tantos) de esos momentos de hermandad entre los rusties
hispanos, hoy amigos y miembros de un espíritu especial que nos invade cuando
nos reunimos alrededor de la música de este viejo genio canadiense.
Gracias a todas las personas que han hecho posible la vida en esta comunidad durante estos 4 lustros. Tanto a los de dentro, como a los de fuera. A los participantes asiduos y a los esporádicos. 20 años en
pie y unidos... De corazón.
Seguiremos unidos.
The Loner, Bossano y yo, Antonio.
2 comentarios:
Gracias por empezarlo todo y por el empeño puesto.
U abrazo.
Querido Antonio... los caminos de Neil son inescrutables. Aquí no solo encontré nuevos amigos, sino a una familia entera! Gracias por este sueño!
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