16 mayo, 2017

Youngtown Museum (2º Intento)


Amigos Playeros,

El relato que sigue viene a ser una continuación de lo que viví hace cinco años. Muchos de vosotros lo conocéis ya con detalle, pero para los que no, os invito a leer primero mi entrada en este blog de febrero de 2012, ya que de lo contrario no sabréis bien de qué va la cosa. El enlace es este:

http://enlaplayadeneil.blogspot.com/2012/02/there-is-town-in-north-ontario.html

En el viaje que hicimos Ángeles y yo a Canadá en 2012 se nos quedó clavada una espinita al no poder visitar el Youngtown Museum, que se encontraba cerrado por período invernal (a diecisiete grados bajo cero, pocos tienen ganas de hacer una visita turística para ver los trofeos de Neil), pero en este viaje he tenido la oportunidad de saldar mi asignatura pendiente y volver por la zona.Originalmente, el Museo estaba ubicado en Omemee, pero lo cerraron hace un par de años debido a problemas financieros, así que parte de su contenido (aproximadamente un diez por ciento nada más) fue trasladado a la población de Lindsay, a unos quince kilómetros al oeste de Omemee. Dicho esto, vamos a entrar en materia.
La nueva ubicación de los objetos que habían pertenecido a Neil Young (y que son propiedad del coleccionista Trevor Hosier) es el Olde Gaol Museum, ubicado en la antigua cárcel del condado construida en 1863 y que actualmente gestiona una Sociedad Histórica, con el objetivo de preservar la historia y el patrimonio del Condado de Victoria (Ciudad de Kawarta Lakes) incluyendo, de paso, de las cosas de Neil. De dicha instalación, cedieron una pequeña parte (para ser más exactos, la correspondiente a la antigua cocina del centro, que tiene unos veinte metros cuadrados de superficie) y allí acogieron unos cuantos objetos del desaparecido Youngtown Museum.
Pero parece que las cosas no pintan bien tampoco en esta nueva ubicación y, desgraciadamente, la exposición se desmantelará definitivamente el próximo més de septiembre, sin que haya prevista una nueva ubicación. Así que si alguien quiere verlo, ya puede ir dándose prisa.
Bien, ahí va el relato de mi pequeña aventura. El domingo por la mañana salgo temprano de Toronto y me dirijo hacia el Norte por la ON401 E; tengo aproximadamente dos horas de viaje hasta llegar a Lindsay, esta vez sin nieve y con una temperatura perfectamente soportable de quince grados, así que me tomo mi camino con calma.

 

Tras una paradita de rigor para tomar un café, llego a la puerta del Museo exactamente a las doce que es la hora oficial de apertura, pero la puerta está cerrada. Tras esperar durante quince minutos y, más solo que la una, empiezo a temerme lo peor. Mientras espero, aparece por allí una amable anciana que me pregunta si el Museo está ya abierto y le digo que llevo un cuarto de hora esperando y que nadie ha dado aún señales de vida. Amable (como la inmensa mayoría de los canadienses), se interesa por saber de mí y le explico que vengo desde España a ver la exposición de Neil Young. Para mi sorpresa, la señora me contesta que ella es una gran seguidora del Tío y, la verdad, no debería extrañarme porque ya en mi viaje anterior tuve varias experiencias de ese tipo: ahí lo conocen todos. Empezamos a hablar de él y le explico que tenemos un gran blog de Neil de seguidores de habla hispana, lo que le resulta muy interesante.


 Después de otro cuarto de hora de charla, y viendo que nadie se acerca a abrir el museo, la señora se ofrece a ir con su coche a buscar al responsable, porque ella tiene que comprar unos tickets para una cena que venden allí. Ni cinco minutos más tarde vuelve por allí y, al momento, aparece uno de los responsables del Museo que se disculpa por el retraso y, al iniciar la conversación con él, me doy cuenta rápidamente que sabe más de Neil la señora que el responsable del Museo, por lo que mi idea de recabar la máxima información se va al traste.
Así pues, por fin consigo entrar en el Museo y, la verdad, aunque es pequeño consigue emocionarme.
Los cinco dólares que me ha costado la entrada y las donaciones que se hacen para el Museo, van destinadas a una organización benéfica de la elección de Neil.
En la pequeña habitación hay varios letreros que indican que no se pueden tocar los objetos expuestos ni se pueden hacer fotografías y, por si fuera poco, no me puedo quitar de encima al abnegado responsable, pero mi entrega es total. Me faltan ojos para verlo todo. Quisiera poder memorizarlo y me tomo mi tiempo para fijarme en cuanto hay en aquella pequeña sala. Tanto es así, que llega un momento en el que el empleado del Museo decide marcharse porque ya no aguanta más: yo me pongo muy pesado mirándolo todo y él se aburre de contemplar mi éxtasis. Pero todo estaba calculado… tenía una misión que cumplir: en ese momento.....zassss!!! saco mi móvil y antes de que el empleado del Museo vuelva, intento fotografiar todo lo que puedo (aunque debo reconocer que al no poder entretenerme con los encuadres y los enfoques, algunas fotos no son de muy buena calidad, pero… menos da una piedra, amigos!).
A escasos centímetros de mis dedos está el piano que tenía en su casa de Omemee (lo llega a pillar David…), su primer instrumento musical (un ukelele), una réplica de la Old Black firmada por Neil, una Telecaster firmada por CSN&Y, la guitarra que usaba con los Buffalo Springfield, montones de posters y fotos de conciertos, así como algunas fotografías familiares que ya había visto en mi anterior viaje gracias a la señora Joan Rehill y que no se han publicado nunca por ser demasiado personales (reuniones familiares, etc.).

  

   




Lástima que en el Museo solamente esté expuesto un diez por ciento de la totalidad… no me puedo ni imaginar lo que sería poder ver la colección completa.
Una vez visto todo, casi memorizado, y dejándome allí un trocito de mi corazón, vuelvo a mi coche y tomo la famosa Transcanada Highway hacia Omemee.

                                                              
El ya familiar letrero a la entrada me indica que he llegado, y constato que la actual temperatura de quince grados es mucho más agradable que los diecisiete grados bajo cero de hace cinco años, por lo que me paro en el 33 de King Street y me hago una foto en la casa de Neil, esta vez sin nieve ni gorro!

                                              


Paso por delante del antiguo Youngtown Museum, y con pena veo que ya han desaparecido todas las referencias a Neil y que el edificio está a la venta. Al parecer, el Sr. Hosier ya no podía hacer frente a los gastos… Tampoco están ya el Ruby's Roost Cafe ni la tienda de decoración Butternut de donde tan buenos recuerdos nos llevamos.

                                      

Tomo un bocado en una cafetería de la calle principal y emprendo mi regreso a Toronto por la misma ruta que hizo el Tío con su LincVolt, que todos hemos visto ya en el documental Journeys.

                                      

Esta vez, por fin, me he quitado la espinita. Me ha faltado a mi lado Ángeles porque sé que le hubiera gustado mucho verlo, pero esta vez no pudo ser. Y me he acordado también de todos vosotros y he pensado en lo bueno que hubiera sido poder hacer un viaje en grupo… Habrá que estar atentos para conocer la nueva ubicación del Museo si es que la hay y… bueno… quién sabe si volver a verlo en otra ocasión…

Un saludo a todos desde tierras canadienses!

Pepe




6 comentarios:

Jose dijo...

Muy bueno, falta una foto de la primera cerveza que se bebió Neil.

Angeles dijo...

Tiene que haber sido muy emocionante!! Cuánta envidia (in)sana, amigo!!!

Alberto Mena dijo...

Gracias por el relato Pepe y por ponernos los dientes largos

Unknown dijo...

¿Ya te dije que me mudaré a Canadá?. Vle, mentiií pero me gusta mucho la idea bucólica que tengo de allá.

manologranpa dijo...

Fantastica y emocionante entrada Pepe. A ver si montamos un RF en Omeeme. Gracias y abrazotes

Proud Isabella dijo...

Me ha gustado el viaje, gracias Pepe!